Silentes y difuminadas, siempre en blanco y negro donde la noción del tiempo es inherente a su obra. Observamos delicados paisajes marinos, teatros, íconos de la arquitectura y museos de cera.
Sublime es su serie de mares “eternos”, que intentan capturar la visión del horizonte como vista desde el inicio de los tiempos, un paisaje inalterable como si nada hubiese cambiado. Agua, aire y luz como iniciadores del origen de la vida. Son composiciones simples, se divide el encuadre en dos planos con la línea del horizonte, o se llenan de luz. Hay un predominio total de la sensibilidad plástica por encima de cualquier descriptivismo.
El juego entre realidad y su representación se hace presente, tanto en su serie de Dioramas como en la de Museo de Cera, los personajes representados son ya una representación, no son reales, pertenecen además a una era pre-fotográfica sin embargo, a través de la cámara quedan atrapados en una visión de realidad y en las propias palabras de Sugimoto, leemos: “Había encontrado la manera de ver el mundo como lo hace una cámara, por muy falso que sea el sujeto, una vez fotografiado, se ve real”.
Particularmente, percibo en la obra de Sugimoto la poética del suprematismo o el mundo de la “no representación”, especialmente en las series de mares y teatros. Por un lado vemos esas formas abstractas, puras en algunos casos con ciertas diagonales en el espacio, como se perciben en algunas fotografías de los teatros. En esta serie, la captación del instante, característica de la fotografía, se altera al tratar de captar el paso del tiempo –que es la esencia del cine y su imagen en movimiento-. Él deja abierto el obturador con la máxima apertura, durante todo el transcurso que dura la proyección de la película. Todo lo que en ella ha sucedido al recoger el brillo de la imagen, sin percibir el movimiento, queda grabado como una pantalla blanca, de luz brillante que inunda toda la sala haciendo evidente las formas y detalles del teatro. En algunas de ellas vemos por ejemplo, el trayecto de los aviones, el tiempo como lo experimentamos, deja su huella en el instante. Así en los teatros logra capturar la esencia de la fotografía y el cine, luz, instante y movimiento. Sencillez, silencio e imaginación explotan.
Hitos de la arquitectura, ¿maquetas o juguetes? Fotografías de edificios reales, íconos arquitectónicos aislados de su contexto. Imágenes desenfocadas y vaporosas que parecen más un sueño, o el recuerdo de una realidad conocida, quizás algo olvidada o imaginada en la memoria. Al desenfocarlas hace que la relación forma y luz deje al objeto construido en un umbral de ambigüedad, con una atmósfera que les proporciona cierto sentido pictórico, es además especialmente, una hermosa manera de intentar fotografiar el vacío. El efecto de difuminación en esta serie la encuentro muy parecida a lo que le ocurre a los rostros de personas queridas que ya hace mucho que no vemos, la memoria aún las captura, pero de algún modo, el tiempo y la distancia, las va desdibujando, dejándonos sólo una bruma de aquello que en algún momento fue tan cercano y conocido.
Gracias por el post, he conseguido entender mejor a este artista
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